EL CLUB
Más de treinta años de baloncesto
Nuestra historia
El Isaac Newton es un club de barrio, nacido en un instituto público de Valdezarza, al oeste de Madrid. Uno de los esos clubes modestos cuyo principal objetivo es prestar servicio a los niños y niñas del barrio.
Su imagen más reconocible es el original escudo, un diablo, y sus éxitos residen en los números: 14 equipos federados y cerca de 200 jugadores… más las escuelas que funcionan varios colegios de la zona. Es la herencia del primer impulso que dio en 1987 la profesora de Educación Física, Dori Ortolá, cuando creó el primer equipo.
Ortolá apostó por el baloncesto dos años después de que comenzara a funcionar el instituto público en un edificio que antes había sido centro para madres solteras, de gestión religiosa y dependiente del Ministerio de Justicia. " Comenzó a montar entrenamientos gratuitos después de las clases. A los chavales que entrenaba les entró el gusanillo y decidieron montar el primer equipo", explica Verónica Menor, actual coordinadora, que da otra razón para el nacimiento del club: "Este es un centro que suele tener muchas iniciativas, entre ellas las deportivas. Dori veía el baloncesto como una vía para que los chavales continuaran formándose fuera de las aulas, que se educaran también a través del deporte. Una idea que se ha mantenido hasta hoy en día. Pero además, el centro ha tenido radio, una revista gratuita..."
Junto a Dori, los promotores del primer equipo, germen del club, fueron el sacerdote y profesor de Religión Juan Pedro Privado, y la directora Julia Ulloa. Entonces el instituto se llamaba Valdezarza, de ahí nuestro grito de guerra ¡Val-de-zar-za!. En 1989 se cambió el nombre del instituto por el actual, Isaac Newton. El equipo, totalmente integrado en el centro, asumió también el cambio y comenzó a identificarse con la manzana que preside las paredes del instituto, lo que se mantuvo inalterado fue el grito. La superioridad que demostró el equipo en la liga municipal provocó que la temporada siguiente se inscribiera al club en la competición federada. Co nun solo euipo, el baloncesto ya era el deporte rey del centro. " Entonces no había más, pero es que aquí siempre ha predominado el baloncesto. Ahora hay hockey y voleibol, pero la importancia del baloncesto es máxima. Ha dado mucha vida al centro. A ese primer equipo se fueron uniendo más, siempre de cadete hacia delante al tratarse de un instituto de Educación Secundaria y, en los primeros tiempos, casi siempre masculinos.
Esos primeros equipos del Isaac Newton estaban formados solo por alumnos, pero, poco a poco, el club se fue abriendo al resto del barrio. Verónica Menor explica que "el club se abrió porque los niños llegaban con muchas carencias. Empezaban en cadete sin haber jugado nunca al baloncesto. Por eso, nos acercamos a los centros escolares de la zona y propusimos encargarnos de la actividad extraescolar de baloncesto. Empezamos en el año 2000, todos son del barrio y a muchos apenas tardas diez minutos andando". Los jugadores a partir de infantil ya no son solo alumnos del Newton. Muchos estudian también en el otro instituto del barrio, el Ciudad de los Poetas. "Nuestros chicos a lo mejor no van al mismo colegio o al mismo instituto, pero son vecinos y juegan en el mismo parque. Es un barrio en el que se hace mucha vida en la calle. Nos conocemos todos", apunta Verónica.








Antes de tener su propio pabellón, los equipos jugaban en instalaciones o parques del barrio.
La expansión dio sus frutos y el boom llegó a partir de 2005, cuando «aumentamos el número de equipos y se creó una línea femenina, que no existía como tal, salvo equipos puntuales que competían en municipal».
Lo que no ha cambiado es la filosofía impuesta por Dori Ortolá: «Tenía mucho carácter y nos metió a todos la idea de que defender era divertido. A partir de la defensa, podemos hacer lo que queramos, pero lo primero es defender». Esa mentalidad fue la del senior masculino, que, dirigido por Ortolá, ascendió a categoría nacional (la antigua Segunda División Nacional) en 1997 bajo el nombre de PC Magazine, la revista que se convirtió en su primer gran patrocinador y avanzó el desarrollo posterior. Después llegaron técnicos y coordinadores como Sasha Stratijev, José Mozo, Manuel Rodríguez, Funky… pero Verónica destaca que "la base de los entrenadores, la gran mayoría, son de la casa, han sido jugadores, o lo siguen siendo, y deciden que quieren aportar su granito de arena. Eso ha pasado desde siempre".
El crecimiento del club pronto chocó con la escasez de pistas. Durante los primeros años, el club solo tenía una, la cancha exterior situada a la entrada de un pequeño pabellón que se construyó hace más de 10 años. Entre medias, los equipos pasaron por varias instalaciones. Desde el parque Rodríguez Sahagún, «donde teníamos que llevar los bancos y las mesas, cruzando todo el barrio», al Zona Norte, pasando por el polideportivo Fernando Martín, La Masó, el Ciudad de los Poetas, el CDM Vicente del Bosque o incluso Pozuelo de Alarcón, donde jugó el primer equipo en el exilio durante dos temporadas.
Si el mayor logro del primer equipo masculino fue el ascenso a Segunda Nacional (y después, durante varios años, la permanencia en Primera Nacional), el del femenino ha sido estar en Nacional Femenino, donde incluso ha disputado una final four. Pero más que los éxitos por arriba importa el crecimiento del club por abajo. «Tenemos diferentes objetivos. El primero es que se trata de un club muy familiar. Nos gusta conocernos todos, que la gente esté a gusto y sepa que, una vez que empieza a entrenar aquí, va a tener un sitio para seguir hasta que quiera. Eso es lo que prima, porque entendemos que el deporte sirve para educar a los chicos en valores. Luego está el aspecto competitivo. Tenemos dificultades, pero si los chicos se lo ganan en la pista, hay que intentar luchar por todos los medios para que puedan disfrutarlo. Hasta donde lleguemos, bienvenido sea».
La ventaja de ser un club de barrio es que «nos ven desde pequeños por la calle y nos identifican enseguida. Somos los del baloncesto». Y para identificar el club nada mejor que el escudo del diablo, creado en 1998. «Nuestros jugadores son muy creativos y decidieron que había que darle un vuelco al escudo de la manzana, que era muy soso, demasiado formal, así que, con la misma forma, la manzana se convirtió en un diablo. Se le ocurrió a Alfredo Pumarada y estamos muy orgullosos porque es un escudo muy original». Este año, con motivo del 35 aniversario se ha realizado un rebranding del mismo, actualizando sus lineas pero manteniendo ese espíritu guerrero que transmitía el anterior. Más que un escudo, el Isaac Newton tiene dos, porque los más pequeños, los jugadores de las escuelas, llevan en el pecho una vaquita sonriente.
Los problemas del Newton son comunes a otros clubs. Junto a la escasez de instalaciones propias, los ajustados presupuestos, que han provocado sacrificios. El principal fue la renuncia del primer equipo masculino a jugar en Primera Nacional: «El equipo jugaba bien, era competitivo y funcionaba, pero llegó un momento en que sacarlo en Nacional condicionaba las categorías inferiores. Había que poner en la balanza qué primaba más, que los mayores siguieran compitiendo a ese nivel o dejar ese dinero para formar a los chicos y conseguir una masa social mayor. Si hubiésemos seguido alimentando al Nacional, seguramente hoy no tendríamos los 24 equipos que tenemos».
Ahora la web y las redes sociales son las principales vías de comunicación, pero a finales de los noventa, el Isaac Newton contó con su propia revista mensual, Tiempo Muerto, fruto de ese espíritu inquieto del instituto. «Se creó para hablar de baloncesto y no solo de baloncesto porque había pequeñas reflexiones sobre lo que pasaba en el club, en el centro y en el barrio en general».
Para el futuro, un objetivo claro: seguir creciendo.
