Su imagen más reconocible es el original escudo, un diablo, y sus éxitos residen en los números: 14 equipos federados y cerca de 200 jugadores… más las escuelas que funcionan varios colegios de la zona. Es la herencia del primer impulso que dio en 1987 la profesora de Educación Física, Dori Ortolá, cuando creó el primer equipo.
Ortolá apostó por el baloncesto dos años después de que comenzara a funcionar el instituto público en un edificio que antes había sido centro para madres solteras, de gestión religiosa y dependiente del Ministerio de Justicia, «Comenzó a montar entrenamientos gratuitos después de las clases, entre las dos y las cuatro de la tarde. A los chavales que entrenaba les entró el gusanillo y decidieron montar el primer equipo«, explica Verónica Menor, actual coordinadora de baloncesto, que da otra razón para el nacimiento del club: «Este es un centro que suele tener muchas iniciativas, entre ellas las deportivas. Dori veía el baloncesto como una vía para que los chavales continuaran formándose fuera de las aulas, que se educaran también a través del deporte. Una idea que se ha mantenido hasta hoy en día. Pero, además, el centro ha tenido una radio, una revista gratuita… Es un barrio obrero, inquieto y de aquí salen muchos proyectos«
Dori veía el baloncesto como una vía para que los chavales continuaran formándose fuera de las aulas, que se educaran también a través del deporte
Verónica Menor
Junto a Dori, los promotores del primer equipo, germen del club, fueron el sacerdote y profesor de Religión Juan Pedro Privado, y la directora, Julia Ulloa. Entonces el instituto se llamaba Valdezarza. El equipo no tenía escudo, pero sí un grito de guerra: «¡Val-de-zar-za!». En 1989 se cambió el nombre del instituto por el actual, Isaac Newton. El equipo, totalmente integrado en el centro, asumió también el cambio y comenzó a identificarse con la manzana que preside las paredes del instituto. Lo que se mantuvo inalterado fue el grito. «Como memoria del primer nombre, los equipos no gritan Isaac Newton sino Valdezarza. Es algo que se mantiene desde hace 25 años. Los niños pequeños nos preguntan si es por el barrio, porque todos somos de aquí, pero les explicamos que hay algo más… y les gusta saberlo», dice Verónica, que además de coordinadora es antigua alumna.
La superioridad que demostró el equipo en la liga municipal provocó que ese mismo año se inscribiera como club en la competición federada. «Le pidieron más a Dori y ella aceptó». Con un solo equipo, el baloncesto ya era el deporte rey del centro. «Entonces no había más, pero es que aquí siempre ha predominado el baloncesto. Ahora, el hockey va bien, hay un grupo de voleibol… se están sacando más deportes, pero la importancia del baloncesto es máxima. Ha dado mucha vida al centro». ¿Y el fútbol? «Nada, a ver los partidos en el bar…», bromea la coordinadora. A ese primer equipo se fueron uniendo más, siempre de cadete hacia delante al tratarse de un instituto de Educación Secundaria, y, en los primeros tiempos, casi siempre masculinos.
Esos primeros equipos del Isaac Newton estaban formados solo por alumnos, pero, poco a poco, el club se fue abriendo al resto del barrio (en la actualidad, el porcentaje de alumnos-jugadores ronda el 60 por ciento). Verónica Menor explica que «el club se abrió porque los niños llegaban con muchas carencias. Empezaban en cadete sin haber jugado nunca al baloncesto. Por eso, nos acercamos a los centros escolares de la zona y propusimos encargarnos de la actividad extraescolar de baloncesto. Empezamos en el año 2000 y ahora estamos en los colegios Lepanto, Eugenia María de Ostos, Daniel Vázquez Díaz, Alhambra y Escuelas El Bosque. Todos son del barrio y a muchos apenas tardas diez minutos andando». Los jugadores a partir de infantil ya no son solo alumnos del Newton. Muchos estudian también en el otro instituto del barrio, el Ciudad de los Poetas. «Nuestros chicos a lo mejor no van al mismo colegio o al mismo instituto, pero son vecinos y juegan en el mismo parque. Es un barrio en el que se hace mucha vida en la calle. Nos conocemos todos», apunta Verónica.
La expansión dio sus frutos y el boom llegó a partir de 2005, cuando «aumentamos el número de equipos y se creó una línea femenina, que no existía como tal, salvo equipos puntuales que competían en municipal». En la temporada 2014/15, el Isaac Newton ha contado con 14 equipos federados, 10 masculinos y 4 femeninos, con todas las categorías cubiertas con dos equipos en chicos y el único paréntesis del infantil en chicas. En total, alrededor de 200 jugadores (150 chicos y 50 chicas) .
Lo que no ha cambiado es la filosofía impuesta por Dori Ortolá: «Tenía mucho carácter y nos metió a todos la idea de que defender era divertido. A partir de la defensa, podemos hacer lo que queramos, pero lo primero es defender». Esa mentalidad fue la del senior masculino, que, dirigido por Ortolá, ascendió a categoría nacional (la antigua Segunda División Nacional) en 1997 bajo el nombre de PC Magazine, la revista que se convirtió en su primer gran patrocinador y avanzó el desarrollo posterior. Después llegaron técnicos y coordinadores como Sasha Stratijev, José Mozo, Manuel Rodríguez… pero Verónica destaca que «la base de los entrenadores, la gran mayoría, son de la casa. De hecho, ahora todos los que tenemos se han formado aquí, salvo uno que lo hizo fuera pero es del barrio. Han sido jugadores, o lo siguen siendo, y deciden que quieren aportar su granito de arena. Eso ha pasado desde siempre».
El crecimiento del club pronto chocó con la escasez de pistas. Durante los primeros años, el club solo tenía una, la cancha exterior situada a la entrada de un pequeño pabellón que se construyó hace seis años y que «nos hizo dar saltos de alegría». Entre medias, los equipos pasaron por varias instalaciones. Desde el parque Rodríguez Sahagún, «donde teníamos que llevar los bancos y las mesas, cruzando todo el barrio», al Zona Norte, pasando por el polideportivo Fernando Martín, La Masó, el Ciudad de los Poetas, el CDM Vicente del Bosque o incluso Pozuelo de Alarcón, donde jugó el primer equipo en el exilio durante dos temporadas. En la actualidad, incluso el pabellón se ha quedado pequeño para acoger a los 14 equipos (200 jugadores) y hay que recurrir al Fernando Martín para algunos entrenamientos. Los demás se realizan entre el pabellón y la colindante pista exterior. ¿Y cuándo llueve? «Toca compartir. El día que hay lluvia, el equipo que entrena dentro ya sabe que tiene que compartir la pista. Y si pilla una semana entera lloviendo, también. Podemos tener 40 personas entrenando dentro del pabellón».
Si el mayor logro del primer equipo masculino fue el ascenso a Segunda Nacional (y después, durante varios años, la permanencia en Primera Nacional), el del femenino ha sido esta temporada la participación en Primera Autonómica. Pero más que los éxitos por arriba importa el crecimiento del club por abajo. «El año pasado, el Cadete femenino tuvo nuestra primera experiencia en Preferente y llegó a los playoff», recuerda Verónica, que aclara que «tenemos diferentes objetivos. El primero es que se trata de un club muy familiar. Nos gusta conocernos todos, que la gente esté a gusto y sepa que, una vez que empieza a entrenar aquí, va a tener un sitio para seguir hasta que quiera. Eso es lo que prima, porque entendemos que el deporte sirve para educar a los chicos en valores. Luego está el aspecto competitivo. Tenemos dificultades, pero si los chicos se lo ganan en la pista, hay que intentar luchar por todos los medios para que puedan disfrutarlo. Hasta donde lleguemos, bienvenido sea».
poco, porque aquí hay un sentimiento de pertenencia muy grande. Varios de los que se han marchado han vuelto porque un club grande no ofrece cosas que tenemos aquí, y también hay otros que se han ido porque aquí no había más. Al poco de empezar con las escuelas, salió una niña espectacular y la invitamos a probar en otros clubs porque no teníamos femenino y no podía progresar. Nosotros no cortamos a nadie y les decimos que probar es bueno, pero también que valoren lo que tienen aquí, en casa».
La ventaja de ser un club de barrio es que «nos ven desde pequeños por la calle y nos identifican enseguida. Somos los del baloncesto». Y para identificar el club nada mejor que el escudo del diablo, creado en 1998. «Nuestros jugadores son muy creativos y decidieron que había que darle un vuelco al escudo de la manzana, que era muy soso, demasiado formal, así que, con la misma forma, la manzana se convirtió en un diablo. Se le ocurrió a Alfredo Pumarada y estamos muy orgullosos porque es un escudo muy original». Más que un escudo, el Isaac Newton tiene dos, porque los más pequeños, los jugadores de las escuelas, llevan en el pecho una vaquita sonriente. «Pasar de la vaquita al diablo significa que ya eres mayor», señala Verónica.
Los problemas del Newton son comunes a otros clubs. Junto a la escasez de instalaciones propias, los ajustados presupuestos, que han provocado sacrificios. El principal fue la renuncia del primer equipo masculino a jugar en Primera Nacional: «El equipo jugaba bien, era competitivo y funcionaba, pero llegó un momento en que sacarlo en Nacional condicionaba las categorías inferiores. Había que poner en la balanza qué primaba más, que los mayores siguieran compitiendo a ese nivel o dejar ese dinero para formar a los chicos y conseguir una masa social mayor. Si hubiésemos seguido alimentando al Nacional, seguramente hoy no tendríamos los 14 equipos que tenemos».
En la web del club llama la atención un reglamento interno, público y de obligado cumplimiento, tanto para los jugadores como para los entrenadores. «Es importante que los chavales tengan claras las normas que hay, pero también los entrenadores. Los chicos ponen mucho interés, su ilusión es venir aquí y entrenar y lo lógico es que el entrenador tenga el entrenamiento preparado. Si a ellos se les exige, nosotros también tenemos que estar a la altura». Una de esas obligaciones de los entrenadores es hacer la crónica de los partidos. «Siempre intentamos que sean positivas, al menos que tengan una lectura positiva. Es una forma de que los jugadores sean conscientes de lo que piensan sus entrenadores y de que ello reflexione un poco, ya en frío, sobre lo que ha sido el partido». Verónica aprovecha para destacar el alto grado de compromiso de los técnicos: «Esto funciona gracias a ellos porque no solo se encargan de sus equipos o sus crónicas. También hacen de mesa o de delegado de campo. Es una manera de ver partidos de otros equipos, de relacionarse entre todos y que la comunicación sea mucho más fácil».
Ahora la web es el principal canal del comunicación, pero a finales de los noventa, el Isaac Newton contó con su propia revista mensual, Tiempo Muerto, fruto de ese espíritu inquieto del instituto. «Se creó para hablar de baloncesto y no solo de baloncesto porque había pequeñas reflexiones sobre lo que pasaba en el club, en el centro y en el barrio en general».
Para el futuro, Verónica Menor tiene claro el objetivo: seguir creciendo. En especial, «en la línea femenina, que es la que nos cuesta más. Sacar chicas siempre es complicado, pero completar la línea femenina sería un paso muy importante. También tener más equipos en Preferente porque cuanto más alto compitan, más preparados van a estar. Y luego están los más mayores, los senior y los sub’21. En este caso, los límites los ponen ellos. A donde lleguen intentaremos llegar nosotros». ¿Habrá sitio para todos? «Algo encontraremos. Todos los años tenemos el mismo dilema, pero ¿qué haces? ¿dejas a los niños del barrio fuera? La mentalidad es otra. Si hay más equipos, habrá que buscar más pistas».